-Por cierto.- De nuevo su habla tan lenta sonaba. –Acabo de
hablar con Perrie y me dijo que le acababan de llamar del trabajo y tenía que ir, así que no podrá venir a comer, viene por la
noche. - ¿Qué? ¡¿QUÉ?! No puede ser, había quedado con ese chico de nombre raro
y de mecha rubia.
-No. Yo por la noche he quedado. – Solté sin pensar.
-¿Te has echado amigos ya? Pensaba que no te había dado
tiempo. – Me dijo.
-Bueno, el cartero es algo sociable. – Dije. El don
aumentaba.
-Guau. – Se puso las manos en la cabeza. - ¿Viste al cartero
bien? Es demasiado mayor para ti, ______ - Evidentemente no caí que Harry le
conocería.
-Han debido de cambiar. Ese chico era joven. - Improvisé.
-Bueno, en ese caso, ¿qué tal si también se viene él a cenar?.
-Ni hablar. No, no.-
Negué con la cabeza.
-No seas aguafiestas. Seguro que es simpático. A las 7. Díselo. – Dijo tirándose al sofá.
Sí, yo tendría el don de mentir a Harry, pero él tenía el
don de convencer a todo el mundo.. Debería de hablar
con el supuesto cartero. Pero ¿cómo? Después de dos minutos intentando pensar
como localizarle, recordé que me dio su número de teléfono. Me fui hacía mi
habitación y saqué aquel folio algo arrugado. Tecleé su número de teléfono. A los tres pitidos, descolgó.
-¿Sí?
-¿Layn? Soy ____. Necesito que me hagas un gran favor.
-¿Otra vez tú? – Exclamó. ¿Por qué hablas tan bajito?
-Es una larga historia. Espero no pillarte aún muy lejos de
aquí, necesito que vengas de nuevo. Necesito hablar contigo.
-Tuviste suerte, paré aquí al lado a tomar un café. Pero solo te haré el
favor con una condición.
- Lo que sea.
-Que te memorices de una vez mi nombre. Soy Zayn. – En ese
momento sentí verdadera vergüenza, ese chico debería pensar que estaba
realmente loca.
-Lo haré. Gracias, gracias, gracias.
Colgué el teléfono y me arreglé de rápido como jamás antes
lo había echo. Fui a toda velocidad al salón y me decidí a abrir la puerta.
-¿Dónde vas? – Me preguntó Harry.
-Voy… a cambiar las monedas! –Dije.
-¿Te acompaño?
-No! No hace falta. Ya pregunto. Hasta luego!
No quise darle ninguna oportunidad más para que insistiese, porque
sabía que terminaría viniendo, por eso cerré la puerta inmediatamente y bajé
por las escaleras, por si acaso se le ocurría asomarse a la puerta mientras esperaba el ascensor.
Llegué al rellano y ahí estaba Zayn.
-¿Qué era eso tan urgente que me debes contar? – Dijo nada
mas verme.
-¿Podrías decirme dónde puedo cambiar este dinero? Mientras
te voy contando.
-Claro, vamos.
Empezamos a andar por aquellas calles mientras yo, confiaba
en que Zayn me llevase a algún sitio donde pudiese cambiar ese dinero.
-Verás… mi compañero de piso traerá a su hermana a cenar
esta noche a casa, y quiere que yo vaya… ¿Te importa si vamos a mi apartamento
a cenar?
-¡Claro! Será genial. Pero no sabía que tuvieses compañero
de piso.
-Yo tampoco. Es una larga historia…
Zayn era un chico amable. Gracias a él conseguí cambiar mi
dinero y quitarme un gran peso de encima.
De nuevo íbamos camino hacía el apartamento. Andábamos a la
misma altura, el llevaba las manos metidas en los bolsillos, y llevaba un gorro
en la cabeza que le hacía la cara mas dulce de lo que ya ese chico la tenía.
-Y, bueno, ¿encontraste ya algún trabajo? – Preguntó.
-No me ha dado tiempo a buscarlo. Esta mañana no te mentía
cuando te decía que estaba realmente ocupada…
-Siento quitarte tu tiempo, pero necesitaba una cita contigo. Sé que congeniaremos muy bien.
– Dijo sonriéndome.
Después de una larga charla y un largo paseo, llegamos de
nuevo a mi portal.
- Ah! Se me olvidaba. Tú eres el nuevo cartero del portal.
-¿YO? ¿Desde cuándo? – Preguntó él extrañado.
-Desde hoy. Te veo luego.
Subí por aquellas fatídicas escaleras, montar en el ascensor
me dio demasiada pereza. Encajé las llaves en la puerta. El olor a comida
enseguida me llegó. Olía realmente bien.
-¿Qué estas cocinando? – Grité desde la entrada.
-¡Llegaste pronto! – Dijo Harry. Giré la pequeña pared que
hacía esquina, mi sorpresa fue el ver aquella mesa decorada. No me lo podía
creer. El desayuno, ahora la comida. ¿Harry de verdad era real?
-¿Otra comida nueva? – Dije casi sin poder articular
palabra. - ¿Por qué haces todo esto por mi? ¿Eres cocinero?
-Demasiado tiempo libre. -Contestó ofreciéndome una copa.
Abrió el vino y lo sirvió a ambos. –Salud.
-Gracias. ¿Por qué brindamos? – Pregunté.
-Por nosotros. – Dijo sonriente.
No, no, no. Pausa. Para. Esto no podía ser. De nuevo ese
golpecito en el estómago daba señales de vida. Ese chico estaba intentando
ganarme, ese chico tenía un don al igual que yo. Yo al menos lo disimulaba. Él no
podía mostrarlo más. ¿Por qué hacía todo esto por mí? ¿POR QUÉ?
-Toma asiento. – Dijo. – No es la mejor receta que sé hacer,
pero espero que te sirva.
-Claro que me sirve. Pero, aún no entiendo por qué todo el
paripé. ¿Sólo tiempo libre? Lo dudo. – Dije sentándome a la vez que él en la
silla.
-Eso y que quería recibirte como a una señorita, que es lo
que eres. Ayer no pude. Y ahora, pruébalo, dime qué te parece. – Había pinchado un cachito de
carne con su tenedor que había preparado y me lo estaba ofreciendo. Esa carne estaba deliciosa.
Empezamos a comer y manteníamos conversaciones sobre nuestro
pasado, nuestras amistades, nuestros
estudios… y… también… nuestras parejas.
-Y, bueno, ¿has tenido muchas parejas? – Obviamente esa
pregunta no podía faltar, por mucho que quisiese evitarla.
-Bueno, alguna. – Me limité a decir.
-Los chicos fueron afortunados. – Dijo dando un pequeño
trago al vino.
-¿Qué insinúas? – Arrugué el entrecejo.
-Simplemente me pareces el prototipo de pareja que muchos
chicos quieren. Maja, simpática, inteligente, guapa.
-Me acabas de conocer.
-Te dije desde el primer momento que yo estas cosas las
siento. No hace falta conocer de toda la vida a las personas para saber como
son.
Le miré fijamente a los ojos. Él me miraba fijamente y sonreía. Sus
ojos de nuevo iban directos a los míos, y viceversa.
No quise contestarle, preferí escapar de nuevo de esa
situación.
-Bueno… - Dije – Te ayudo a recoger esto, que quiero ir a mi
cuarto a descansar un poco, estoy algo cansada.
-¿Dormir ahora? – Preguntó extrañado.
-Siesta… tradición española.
-Se me olvidaba… realmente pareces inglesa. – Reímos - Por
cierto, no te preocupes, vete a dormir, yo recojo esto.
-Oh, gracias.
-Descansa pequeña.
PEQUEÑA. La puta palabra otra vez. ¿Cuánto pretendía
torturarme? ¿Algo más? Este chico parecía sacado totalmente de un cuento. De
esos que solo existen en la imaginación de las personas, o en la cenicienta. De
esos.
Entré en mi habitación y no tardé de nuevo mucho en quedarme
dormida, estaba demasiado cansada.
~
*Ringgg* Algo sonó de fondo en mi habitación. Era mi
teléfono. Ya casi no se veía, pues ya había anochecido. Incorporé la pantalla
del móvil con la cabeza aún apoyada en la cama. ¡Era Liam! Rápidamente me
levanté.
-¿Sí? – Contesté.
-Hola cariño. ¿Qué tal? ¿Cómo estás? – Dijo él entusiasmado.
-Hola cariño! – Dije susurrando.
-¿Por qué hablas tan bajo? – Preguntó.
-Esto… es que estoy en… estoy en el cine! Me he echado una
amiga nueva, y me vine con ella a ver una película.
-Oh, eso es genial. Llámame luego, tengo algo que contarte.
-Claro. Te quiero. – Colgué el teléfono.
Me sentí mal. Eso de mentir a Liam no me gustaba mucho. Bueno,
directamente, no me gustaba nada. Pero algo me decía que debía hacerlo. Mientras
me arrepentía, miré la hora. ¡Las siete menos 20! Abrí la puerta. Allí estaba
Harry mirándose en el espejo del pasillo. Llevaba un jersey blanco con una
chaqueta vaquera. Unos vaqueros ajustados y unas converse. Se estaba retocando
ese magnífico pelo. De nuevo olía
a ese perfume tan maravilloso.
-Pensaba que nunca te ibas a despertar. – Dijo mirándome por
el espejo.
-¿Cómo no me has despertado? – Exclamé.
-Me dijiste que estabas cansada, así que no quise despertarte. Por cierto, vamos a cenar a un restaurante, así que, ponte guapa. Aún tienes 20 minutos. Te dará
tiempo.
-¿Tiempo? No sé que ponerme.
-Ven, que te ayudo.
Vino hacía a mi me llevó a mi habitación. Empezó a rebuscar
entre mi ropa. Yo estaba sentada en la cama esperando a que él se decidiese a
elegirme un modelito.
-¿Qué es esto? – Me preguntó.
Estaba girado, con lo cual no veía lo que tenía en la mano. No, precisamente ropa no era. Sonaba como una hoja. Lo primero que se me vino a la
mente fue la imagen de Liam. La guardé en una de las estanterías de arriba del
armario, debería de haberse caído. Algo me decía que había sido descubierta. Esos
segundos que tardó en girarse para mostrarme que era lo que había visto se me
hicieron eternos. ¿Y si era la foto de Liam? ¿Qué le diría? Tierra, ¡trágame!
DLFCMÑRKÑGKVÑEKRNGÑVMNR *-* SIGUIENTE YA! Yo soy ella, y le digo toooooda la verdad *Q*
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