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Capítulo 5.



-¿Novia? ¿De qué hablas? – Su sonrisa desaparecía de su cara.
-No, lo siento. No quería preguntar eso… no lo he pensado. – Estaba realmente arrepentida. En ningún momento quería preguntarle eso a Harry, y menos de esa manera.
-Dime a quien te referías. – Dijo incorporándose.
-Pues… A esa chica rubia de esta tarde. – Miré al marco.
-¿Perrie? – Abrió los ojos. Yo confirmé con la cabeza. – Pues, sí. Perrie es mi novia. –Él rió de nuevo.

Mis ojos se abrieron como platos, mi estómago había creado un nudo dentro de él que no paraba de golpearlo. Mis sospechas habían sido confirmadas.

-Hacéis muy buena pareja, la verdad. – Mentí. 

Algo había dentro de mí que impedía verles como novios. Algo que me decía que no quería que una chica estuviese en mi ‘casa’ todos los días con mi compañero de piso, besándose, abrazándose. Supuse que era porque si les veía todos los días así, extrañaría aún más a Liam.

-Espera, espera. ¿No has captado la ironía? ¿Cómo voy a ser novio de mi propia hermana? – De nuevo rió y volvió a tumbarse poniendo los pies encima de la mesa.
-¿Tu hermana? – Dije asombrada, pero a la vez aliviada.
-Hermanastra. –Corrigió.
-Oh. Lo siento. Dios santo. No sé en qué estaba pensando. Me vas a llamar cotilla. Entre unas cosas  y otras…
-Eh, pequeña. –Espera, espera. ¿¡PEQUEÑA!? Me encantó eso; Me agarró la cara dejándola extremadamente cerca de la suya. Notaba su respiración. Su aliento movía los pelos  que estaban en mi cara. Mi corazón empezó a latir apresuradamente. – No te agobies. Tú pregúntame siempre todo lo que quieras. Juro serte sincero. – Su mirada iba directa a mis ojos. Su sonrisa de nuevo dibujada en su cara se reflejaban en los míos. Asentí con la cabeza. –Me voy a dormir, estoy cansado.  – Dijo soltándome la cara.
-Des…descansa. – Dije yo. Aún no podía salir de aquel momento que acababa de vivir, tan incómodo y tan raro a la vez.

Él me lanzó una sonrisa antes de meterse hacía su habitación. Mis imaginaciones me habían jugado una mala pasada. Estaba arrepentida de haberle hecho esa pregunta a Harry, pero al fin y al cabo, me quité esa duda de encima. Su hermanastra. Ahora todo encajaba, por eso dijo que pasaría mucho tiempo con nosotros y por eso tenían esa cantidad de fotos juntos.

-Que ridícula soy… - Dije medio susurrando.

Apagué la televisión y me fui a mi cuarto. Observé de nuevo la distribución de aquella habitación y me tumbé en la cama, mirando hacía el techo. Mi vida cambiaría, completamente. De hecho, llevaba menos de 24 horas en esa ciudad y ya había cambiado. 

Me acomodé en aquella cama tan blandita y tardé apenas 10 minutos en cerrar los ojos y dormir, el cansancio ganó a todos mis pensamientos y experiencias que había vivido mi primer día en Londres. Mi primer día de esta nueva vida. 
___

-¡Buenos días, dormilona! – Alguien estaba entrando en mi habitación armando un gran escándalo. Alguien que se hacía llamar Harry.
-¿Qué haces despertándome tan pronto? – Dije intentando abrir los ojos. La luz que daba directamente en ellos, no ayudó.
-Que aproveche. – Un olor delicioso subió hacía mi nariz. Harry acababa de colocar una bandeja encima de mis piernas. ¡Harry me acababa de traer el desayuno a la cama! Un plato con dos magdalenas, una pieza de fruta, un zumo de naranja… ¿Alguna manera mejor para comenzar mi primer día completo en Londres?
-¡Madre mía! ¿Por qué has hecho esto? – Pregunté completamente asombrada.
-Costumbres. – Dijo mientras reía.
-¿Tienes la costumbre de llevar a todo el mundo el desayuno a la cama?
-Puede. – Dijo encogiéndose de hombros. – Por cierto, ayer no me contaste que tipo de cosas quieres hacer aquí en Londres. – Se sentó en la cama
-Pues quiero visitar cada rincón de Londres, visitar museos, el Hyde Park, montar en la famosa Noria, encontrar un trabajo… ¡Ah! Y hacerme un tatujaje. – Le contaba entusiasmada mientras comía aquel delicioso desayuno que me había preparado.
-¿Y en tu lista no aparecía enamorarse? – Dijo echándome una sonrisa. La comida se me quedó atascada. Aclaré mi garganta en busca de algo de aire para poder contestar a esa pregunta. Una sensación rara, extraña, diferente había golpeado de nuevo mi estómago.
-Pues… la verdad… es que...
-Tranquila. – Dijo él. – Todo el mundo que pisa Londres se enamora de él.  - Alivio. Puedo describir ese momento como un enorme alivio. – Por cierto, hoy viene Perrie a comer, ¿te importa?

-Oh, no, no. Claro. – Sonreí. Él me devolvió la sonrisa.
-Voy a la ducha. Disfruta el desayuno.

Cerró la puerta. Resoplé. ¿Acababa de mandarme una indirecta de que me iba a acabar enamorando de alguien en Londres? Él ni siquiera sabía que yo tenía una pareja en otro país. Desayunaba, ya tranquilamente, pensando en la escena que acababa de vivir, pero algo me interrumpió. Alguien llamaba a la puerta. Dejé la bandeja ya vacía en la barra de la cocina y fui a abrir la puerta.

-Hola. – Aquel chico de nuevo, el que me ayudó con las maletas. 
-¿Tú? – Exclamé yo. -¿Cómo me has encontrado?
-Pregunté al portero. – Dijo mirándome de arriba abajo. Olvidé quitarme el pijama, peinarme, lavarme la cara...
-Oh, perdona por recibirte así. – Me escondí detrás de la puerta.
-No te preocupes. Sigues estando preciosa. – Dijo mirando hacía el suelo.
-Gracias. Y, bueno, ¿a qué viniste exactamente?
-Bueno, ya que acabas de llegar a Londres, pensé que sería divertido dar una vuelta por la ciudad. ¿Te parece? - ¿Ese chico me estaba pidiendo una cita?
-Lo siento… aún estoy algo ocupada.  – Busqué excusa.
-Sé que no es así, así que, hasta que no aceptes no pienso irme.
-¿Con quién hablas? – Harry estaba en el salón. Su cuerpo, desnudo. Solamente le cubría de cintura para abajo una toalla. Su pelo chorreaba agua que caía por su espalda.
-Esto… con el cartero! – Acababa de descubrir un nuevo don que tenía: El de mentir a Harry Styles. El chico de la mechita rubia me miraba con cara de extrañado mientras que Harry regresaba hacía el pasillo.
-Está bien. – Abrí de nuevo la puerta. – A las 7 en el banco de enfrente del portal.
-Perfecto. Hasta luego. – Me sonrió.
-Adiós Layn. – Cerraba la puerta. Sí, cerraba. Un pie se interpuso. -¿Qué quieres ahora?
-Me llamo Zayn, no Layn. – Él me sonrió y yo le devolví la sonrisa. – Hasta luego.

Cerré la puerta y resoplé. ¿Serían así de ajetreados todos los días de mi nueva vida?

-El cartero debió de sorprenderse. – Dijo Harry ya vestido.
-¿Por qué?
-Estoy seguro de que no es tu mejor look. - Sus carcajadas eran grandes.
-¿Tienes algún problema con mi pijama? – Dije. Mi cara era completamente opuesta a la de Harry.
-Para nada. Es muy… español. – Sus carcajadas aumentaron. – Algún día tienes que llevarme a que conozca Madrid, me encantaría.
-Soy de Barcelona, lo siento. – Dije haciéndole una mueca.
-Perfecto, así tenemos playa.

No. Sinceramente no tenía palabras para describir esa sensación que me causaba el estar con mi compañero de piso. Apenas le conocía de un día y realmente me sorprendió. Ya no solo con su físico, su manera de ser me atraía cada vez más. Algo raro me estaba pasando, algo raro que se manifestaba en forma de nudo angustioso en mi estómago, y que de vez en cuando, daba señales de vida. Y todo eso, a su vez, me hacía pensar en Liam, algo que mi cabeza denominaba ‘llamada de atención’ algo que me decía que jamás podría olvidar que Liam existía.


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