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Capítulo 4.


No sé como ese chico me convenció, pero acabé en las calles de Londres con él.  

Esta vez bajamos por las escaleras. Salimos de aquel rellano. De nuevo aquel olor a hojas secas nos rodeaba, pero sin duda, el que más destacaba era el perfume que Harry llevaba. Olía demasiado varonil. Era una fragancia que sólo podía haber sido inventada por un ángel.

-¿Siempre has vivido aquí? – Pregunté en busca de una conversación.
-No. Nací en Holmes Chapel.
-Ah. –Dije yo. Sinceramente no tenía ni idea de donde estaba.
-No sabes donde está, ¿no?
-¿Lees la mente? – Solté una sonrisa.
-Puede. – El rió conmigo. Quedamos los dos de nuevo en silencio, pero él de se atrevió a sacar tema de conversación.  –Y, ¿por qué estás aquí? Al final esta mañana no me lo dijiste.
-En busca de trabajo. – Dije yo mientras calentaba mis manos. Hacía bastante frío.
-¿De qué?
-De lo que sea. Algo aceptable, obviamente. Pero prefiero buscarme algo para conseguir algo de dinero hasta que me acostumbre a esta nueva vida.
-Seguro que encuentras algo rápido.
-¿Y tú? ¿Qué haces aquí?
-Escapé de mi vida. De mi rutina.  – Dijo mirando sus pies y sonriendo.
-¿Algo de lo que escapar? – Pregunté. Algo había de él secreto. Su mirada ocultaba algo. Detrás de es físico perfecto, y de esa capa de confianza que lanzaba, se escondía algo misterioso.
-Simplemente que mi vida me aburría. Necesitaba independizarme y renovarme. 

De nuevo aquel incómodo silencio era el único sonido que se escuchaba entre nosotros dos. El sonido de los coches que pasaban a nuestro lado y de la gente que caminaba con algún tema de conversación era el sonido en segundo plano.

-¿Quieres que entremos a tomar un café? Parece que tienes frío. – Me dijo.
-No me vendría mal. Pero no tengo dinero. Todo son euros aún.
-Tranquila. Invito yo.
Después de esa frase, me sonrió. Era un chico realmente simpático.
-Entra. Esta cafetería sirve muy buenos cafés.  – Dijo abriéndome la puerta y invitándome a pasar primero. 

El aire caliente que se impulsó hacía nosotros, de nuevo, me trajo el fantástico perfume que mi compañero de piso llevaba.

Me fui a buscar alguna mesa, ese sitio estaba algo lleno. Encontré una al lado de la ventana, por la cual se veía a la gente pasear. Mientras, Harry iba en busca de los cafés.

Desde la silla le observaba. Algo menos de metro ochenta debía medir. Sus manos, enormes y con algunas de las venas hinchadas, estaban apoyadas en la barra. ¿Por qué era tan sumamente atractivo? Me lo llevaba todo el día preguntando. Nunca había visto tanta belleza en un chico, o puede que nunca me fijara en un chico como me estaba fijando en Harry, pero algo había en él que llamaba mi atención.

El camarero debía de estar diciéndole algo, él miraba y me sonreía, intentando enviarme una señal de que no tardaría mucho. Yo, mientras, seguía pensando en lo mismo, pero ahora también pensaba en el por qué ese chico había confiado tanto en mi desde que entré por la puerta de ese apartamento esta mañana. Ahí venía, con un café en cada mano y mirándome con la sonrisa con la que me había hipnotizado hacía unas horas. 

-¿Por qué confías tanto en mi? – Le pregunté mientras dejaba los cafés encima de la mesa. 
-¿Confío en ti? – Contestó poniendo en mi lado el café. Salía algo de humo. Debía de estar ardiendo.
-Sí. Soy una completa desconocida para ti. No entiendo como me has podido dejar en tu casa, sola. Mirar tus cosas, cotillear. ¿Por qué no te has extrañado?
-Me transmites confianza, solo es eso. – Dijo encogiéndose de hombros. –La verdad ese tipo de personas se sienten. Yo se en quien puedo confiar y en quien no. – Sonaba tan convencido que incluso me llegó a convencer a mi también. Sonreí. – Y tú, ¿confías en mi?
-Te acabo de conocer. – Dije soplando hacía el café.
-Claro.  – Dijo el agitando la cabeza, como dándome la razón y comprendiendo que yo no era igual de confiada que él.
-Pero estoy segura de que seremos grandes amigos. De momento tienes pinta de tener un cartel en la frente que pone “Héroe de ____” – Reí.
-Bueno, quizá pueda serlo. Te ayudaré en lo que necesites. – Dijo uniéndose a mi risoteo.

Terminamos de beber ese delicioso café y dimos una vuelta por las calles de Londres. No intercambiamos mucha información ya que solo hablamos de su trabajo. Trabajaba de locutor de radio en una de las emisoras más famosas de todo Reino Unido, pero solo los fines de semana.  

Mientras caminábamos los dos a la misma altura, yo observaba las casas tan británicas, la gente tan inglesa, esa cultura que siempre había tenido curiosidad por conocer, y que terminaría conociendo a la perfección.. Estaba embobada mirando la belleza de todo mi entorno, incluida la de Harry. Pero algo me golpeó en el hombro. Una pareja de jóvenes, se habían topado sin querer con él esquivando aquella masa de gente que paseaba por esa calle. La imagen de Liam se me vino a la cabeza. Me recordó a él y a mí. Esa situación que hubiese querido vivir, nosotros dos paseando, juntos.

-¿En qué piensas? – Me interrumpió Harry.
-¿YO? – Dije alarmada. –En nada.
-¿No estarás pensando en tu novio? – Dijo con cara de bromista.  Lo que seguramente no sabía, ni siquiera se le pasaba por la cabeza, es que así era.
Sí, ese era el preciso momento para decirle la verdad. Decirle que tenía novio y que vendría a visitarme algún día, cercano, lejano, no se sabía.
-Verás… yo…  -Intenté explicarme. Él rió.
-Anda, no te preocupes. Era una broma. – Dijo dándome un suave toquecito en la espalda.  Mi mirada iba directamente a sus ojos, con la mirada perdida.
-¿Y tú? ¿En qué piensas? – Dije intentando salir de esa conversación. Él me miró y me lanzó una sonrisa.
-En que ya es hora de entrar en casa. Hace un poco de frío. – Dijo señalándome con la mano la puerta que quedaba a nuestra izquierda. Aún no sabía ni en qué calle estaba. Debía de conocerme esa ciudad un poco mejor, sino, sería totalmente un desastre.

De nuevo, entramos a ese portal donde esta mañana me había recibido aquel hombre. Pulsó el botón del ascensor y ese sonido de cacharro antiguo, bajaba en busca de nosotros.

-Y, bueno, ¿alguna cosa en especial que quieras hacer en Londres? – Me preguntó mientras esperábamos aquel armatoste.
- Muchísimas! Incluso escribí una lista antes de venirme aquí. Pienso cumplir cada una de las cosas que escribí. –Le expliqué entusiasmada mientras montábamos en el ascensor.
-¿Qué te parece si te ayudo a cumplirlas? – En ese momento mi mente quedó en blanco. No sabía que contestarle. Algo saltó en mi estómago con ansia. Algo extraño. Aquella mirada tan penetrante y esa sonrisa que adornaba su cara esperando una respuesta a esa propuesta, me perdieron, de nuevo.
-Me encantaría. –Dije finalmente. Creo que era la primera verdadera confesión que le había dicho a Harry desde que había llegado.
-Bien. – Dijo sonriéndome.  

Yo no paraba de mirar la pantalla del ascensor que observaba esta mañana, aquella que de nuevo pararía en el tercero, indicando que ahí está nuestro apartamento.

Entramos y él sacó unos botellines de cerveza. Nos sentamos a mirar la televisión. Echaban un programa con el que no podíamos parar de reír, pero algo de nuevo, volvió a mi cabeza cuando bajé la mirada y vi al lado de la televisión otra fotografía de aquella chica rubia, Perrie.

-¿Has visto eso? Es buenísimo. – Decía Harry mientras moría de la risa.
-Sí. ¿Es tu novia? – Mierda. Pensé en voz alta. No quería preguntarle eso, ¿por qué lo había hecho? 

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