Harry estaba acompañado de una chica rubia, de ojos azules,
piel blanca y perfectamente estirada. Delgada y alta. ¿Por qué me afectó tanto que ese chico
estuviese con una chica? ¿Por qué me impresionó? Ni siquiera entendía por qué
me había echado para atrás.
-Esta es Perrie. – Dijo acercándose a mi y presentándome a
aquella chica de nombre inglés.
-Encantada. – Dije sonriéndola. –Yo soy _____- Ella me
sonrió y me dio dos besos.
-¿Vamos a tomar algo? Así os conocéis más. Perrie estará
mucho aquí. –Esa frase dicha por Harry me aclaró que sería su novia o parecido
a eso.
-No. No gracias. Id vosotros. Me quedaré acomodando mis
cosas. Aún no tengo todo colocado. – Negué con las manos y a la vez, con la
cabeza
-Está bien. – Dijo él. Cogió su chaqueta y abrió la puerta
dejando pasar a aquella chica tan guapa primero.
La gran casa se quedó en silencio. Eran apenas las 4 de la
tarde y yo no tenía nada que hacer. Ya había acomodado mis cosas. Así que, di una vuelta por las habitaciones
que me quedaban por conocer. Todas eran grandes y tenían la misma distribución.
Algo me llamó, quizá la curiosidad, para
que volviese a entrar a la habitación que pertenecía a Harry, así que, así lo
hice. Abrí la puerta y me rodeó una fragancia que olía a él. Debería de haberse
echado colonia pocos minutos antes y el olor aún permanecía. Observé mi
alrededor y vi la estantería que estaba llena de fotografías. Tenía pinta de
que esa chica, Perrie, sería su novia. Tenía muchísimas fotos con ella. Seguí
mirando fotografías y de repente me encontré una preciosa.
La cogí.
-Que monada… - Exclamé en alto.
-¿A que sí? – Una voz masculina y de nuevo angelical, la
cual me resultaba familiar, había sonado detrás de mi. Me giré. Era Harry.
-Yo… yo... lo siento… -Dije colorada. No sabía donde
meterme. Quizá a él no le gustaba que mirase sus cosas.
-¿Por qué lo sientes? No te preocupes, puedes mirar todo lo
que quieras. –Dijo rebuscando en un bolsillo de una chaqueta gris que tenía
encima de la silla del escritorio.
-No, yo, de veras que lo siento… me vas a llamar cotilla…
- Puedes mirar todo lo que quieras, de verdad. No tengo nada
que tenga que ocultar. – Dijo levantando su cartera e indicándome que era eso a
lo que venía. –Hasta luego.
Desapareció de nuevo. La casa volvía a estar sola, y yo no
sabía qué hacer. Buscar algún trabajo estaría bien. Me vestí , me preparé y me
fui. El frío estaba dando sus primeras
señales. El otoño acababa de entrar y las hojas de los árboles adornaban
aquellas calles de Londres. Caminaba sin rumbo. No sabía donde iba a buscar
trabajo, si ni siquiera conocía dónde podía buscarlos. Mientras, pensaba en
todo lo que había pasado con Harry. Él tenía una extraña confianza en mi nada
más verme. ¿Por qué? Apenas sabía como me llamaba.
-Tú de nuevo. – Me giré. Aquel chico de la mecha rubia se
había interpuesto de nuevo en mi camino.
-Hola.- Le lancé una sonrisa.
-¿Dónde vas? Pronto anochecerá.
-La verdad, voy sin rumbo. Iba en busca de trabajo, pero
creo que no tengo la información suficiente para hacerlo. –Dije soltando una
carcajada.
-¿De qué buscas trabajo?
-Estudié periodismo pero con algo más sencillo
para ganar algo de dinero por el momento, me bastará.
-Seguro que tendrás mucha suerte. Pero, lamento decirte
que ahora es tarde además, será mejor que busques algo de información por
internet primero.
-Sí. Tienes razón.
-Ten. –Dijo sacando un pequeño folio. – Te dejo mi número de
móvil. Si encuentras y te interesa, yo
te puedo acompañar, así será más fácil para ti.
-Oh, que amable eres. – La gente de allí parecía muy
sociable. Ese chico parecía tan dedicado.
-Gracias. Llámame cuando quieras. – Dijo – Hasta pronto.
Su idea de darme media vuelta y regresar al apartamento era
demasiado acertada. Pero antes, necesitaba buscar una cabina roja, de esas
típicas de Londres. Necesitaba hablar con mis padres, y con Liam. A lo lejos vi
una. Pero, ¿de qué me servía? Mis monedas aún eran euros.
Así que, volví a mi apartamento. Cogí mi móvil y tecleé el
número de Liam. Sería una llamada costosa, pero necesitaba escuchar su voz.
-Cariño! – Exclamó él.
-¡Que ganas de escuchar tu voz! – Dije yo emocionada.
-¿Qué tal? ¿Has llegado bien? ¿Te gusta Londres? - Él preguntaba cosas entusiasmado. Tenía más
ganas que yo de que pisase ese país.
-Sí, estoy bien. Londres es precioso. Estoy contenta.
-¡Perfecto! Quiero ir a verte. Espero no tardar mucho.
De alguna manera, él fue quien me convenció para que viniese
a estudiar a Londres, viajó cuando era más pequeño y se enamoró de esta ciudad.
-Claro!
-Y bueno, ¿vives sola? – El tiempo se pausó en mi cabeza.
Aquella pregunta rebotaba una y otra vez en las paredes de mi cerebro.
-Sí. – De nuevo soltaba una mentira. ¿Por qué? Lo dije sin
querer. No quería decirle eso a Liam. No quería mentirle.
-Genial. Entonces cuando vaya no tendré que buscar un hotel.
Las llaves encajaron en la puerta. Debería de ser Harry.
-Liam, mañana hablamos, te quiero. – Colgué inmediatamente.
No le dejé ni decir palabra.
-¡Ya estoy aquí! – Gritó Harry desabrochándose la chaqueta .
Dejó las llaves en una especie de cenicero que estaba colocado en una mesa del
recibidor.
-Hola. –Dije mirando detrás de él. Quería asegurarme que
esta vez vendría solo. Y así fue. Venía sin acompañante.
-¿No has salido? – Preguntó Harry.
-Salí, pero no mucho.
-No conocerás mucho esto.
-No lo conozco nada.
-Pues – Dijo abrochándose de nuevo la chaqueta. – Vamos. –
Me cogió el brazo y tiró de mi.
-¿Dónde?
-Vamos a dar una vuelta por las calles de Londres.
-¿Estás loco? ¿Ahora?
No hay comentarios:
Publicar un comentario