-¿Quién eres tú? – Dije al borde de un estado de pánico. No
hacía nada mas que mirar su perfecto torso.
-¿Y tú? – Preguntó él soltando una sonrisa. Esa sonrisa era
jodidamente preciosa. ¿De dónde había salido ese chico?
-Pregunté yo primero. –Dije totalmente seria, aún el asombro
seguramente seguiría reflejado en mis ojos.
-Soy Harry. – Dijo el ensanchándome la mano.
-¿Y qué haces aquí? ¿En mi apartamento? – Dije mirándole la
mano. Yo no se la ensanché.
-Este apartamento también es mío. Vivo aquí. – Dijo
guardándose la mano, viendo que yo no la pensaba ensanchar.
-Me dijeron que no viviría nadie.
-Pues ya ves, te mintieron. Por cierto, ¿de dónde eres? Tu
acento me dice que no eres de Londres. – Dijo tomando una camiseta. –Disculpa.
-Soy de España. – Dije observando como se colocaba la
camiseta.
-Perfecto. – Dijo
acercándose a mi. Acto seguido me dio dos besos. Yo no moví la cabeza. Aún
estaba en pleno asombro. – Voy a la cocina. ¿Quieres algo de beber?
-Pero, pero, pero. ¿Y te quedas tan normal? Soy una
desconocida, que se ha metido en tu casa. ¿No te preocupa? – Dije yo
persiguiéndole hasta la cocina, que a su vez, ésta, estaba dentro de el salón.
-Para nada. Pareces inofensiva. – Dijo mientras sacaba una
lata de refresco del frigorífico.
-¿Y si no lo soy? – Dije haciendo muecas con las manos, aún
más desesperada por su respuesta
-Tendré que echarte de esta casa. – Dijo sonriendo. Parecía
que ese chico tenía respuestas para todo. – Ahora si me disculpas, voy a la
ducha – Dijo dándole un largo trago al refresco. Ese chico iba desapareciendo a
lo largo del pasillo hasta que se metió en el baño.
¿Dónde me había metido? ¿Iba a estar todo este tiempo
viviendo con ese tal Harry? Ni siquiera sabía quién era él. Ni él sabía quien
era yo. ¿Por qué narices estaba tan tranquilo? ¿Quién no le dice a ese chico
que yo vendría a robarle? Su extrema tranquilidad me desquició hasta el extremo
de no saber si había hecho bien en venir a Londres a encontrar trabajo, pero me
paré a pensar intentando tranquilizarme y recapacité. Debía quedarme aquí al
menos un par de meses. Mis padres se gastaron mucho dinero en este viaje, y en
este apartamento.
Fui hacia mi cuarto. Sería lo mejor. Acomodar mis cosas para
hacerme a la idea de que esta sería mi nueva vida. Deshice mis maletas,
colocando la ropa en ese gran armario, el cual quedó medio vacío aún con toda
mi ropa dentro. Me senté en la cama y saqué una de las fotos que me traje de
España, junto a la lista de cosas por hacer que había escrito antes de venir a Londres. La foto era importante
para mi. La de mi novio Liam.
-¿Quieres algo de comer? Esta tarde tengo que salir y no
podré preparar nada. – Dijo aquel chico, Harry. Se quedó apoyado en la puerta
mientras esperaba que yo le dedicase una simple mirada. Intenté mirarle firme,
pero me fue imposible, su forma corporal era tan elegante, que me volví a
perder en sus curvas. Su pelo mojado pero aún así perfectamente ondulado.
-No..o… Gracias. –
Dije yo tartamudeando.
-¿Estás bien? – Preguntó el sonriendo.
-Perfectamente, gracias.- Recuperé la compostura.
-Bien. Si quieres algo hay comida en el frigorífico.
-Gracias. – Dije estirando algo mis labios.
Cerró la puerta de mi cuarto, y mi mirada volvió hacía la
foto. ¿Cómo podría estar tanto tiempo sin verle? En ese año que llevábamos de
relación no nos separamos más de una semana, y nos costó una barbaridad.
Mi estómago empezaba a rugir. Pensé que la idea que me había
dado aquel chico de comer algo sería buena. Abrí la puerta y mi mirada fue directamente
a él. Estaba apoyado en la barra de la cocina, comiendo un trozo de pizza, con
el refresco que había abierto antes y mirando el partido de fútbol que había
puesto en la televisión.
-Al final te decidiste por comer algo. –Me dijo mirándome.
Sinceramente, no escuché del todo esa pregunta, pues su sonrisa mientras
vocalizaba esas palabras, me hipnotizó.
-S..i…- Tartamudeé.
-¿Puedo hacerte una pregunta? – Me dijo mientras soltaba el
trozo de pizza en el plato.
-Puedes. – Temía que me preguntase cualquier cosa personal.
Me daría apuro no poderle contestar ni contar nada sobre mi vida, pero no era
lo suficientemente conocido para contarle mis cosas.
-¿Cómo te llamas? – Rió. Yo reí junto a él. Mi risa fue más
bien de alivio.
-Me llamo _____ .
-Nombre español, sí. – Aquel chico al cual acababa de
conocer me resultó simpático. El vivir con un chico sería divertido, aprendería
cosas nuevas, y viviría una nueva experiencia.
-Sí.- Los dos reímos.
-¿Cómo es que viniste aquí a Londres? Seguro que te fue
difícil dejar todo allí. – Preguntó mientras masticaba aquella pizza.
-Sí, lo es. – Yo intentaba contestarle mientras que luchaba
contra la pizza para cortar un cacho. –No me ha resultado fácil dejar allí a
toda mi familia.
-Entiendo. – Dijo levantándose. – ¿Me dejas? – El me retiró
y cortó rápidamente el cacho de pizza con el que yo llevaba peleando un buen
rato. Le miré y le sonreí en forma de agradecimiento. –Tu inglés es bastante bueno.
-Sí. Llevo desde los 10 años en una academia. Mis padres
siempre querían que manejase este idioma. –Informé.
-¿Cuántos años tienes?
-20. ¿Y tú?
-Yo tengo 22.
Su magnífica manera de vocalizar. Su habla tan lenta. Ese
chico era tan atractivo que me costaba creer que de verdad lo tuviese delante
de mi.
-Y bueno, ¿vivimos con alguien más? – Pregunté. En aquel
momento mi mente rezaba porque el dijese que no, sin razón alguna, necesitaba
que el pronunciase ese monosílabo de negación.
-No.- Mi cara hizo un gesto de alivio.
-¿Y esas habitaciones siempre están vacías?
-Esas habitaciones solo están para los invitados. Ya me
entiendes. – Esa frase me hizo entender que él era un mujeriego.
-Entiendo. –Reí.
-Y bueno, ¿tienes algo en España? ¿Alguna pareja? – Mi cara
cambió completamente. Ahí empezaban las preguntas personales que temía que
llegasen.
-NO. –Contesté decidida. Pero, ¿Qué había hecho? ¿Por qué no le dije a mi compañero de piso y
único amigo de ahí en esos momentos que tenía una pareja?
-Que raro. – Dijo él.
-Me… ¿me permites? Necesito ir al baño. – Intenté salir de
aquel incomodo momento.
Entré en el baño y me miré en ese inmenso espejo. La luz que
entraba por esa ventana iluminaba lo suficiente para que mis ojos cansados se viesen a la perfección sin ayuda de luz
artificial. Seguía sin poder explicarme porque no había contestado un
simple ‘sí’ a aquella pregunta que mi
compañero de piso me lanzó. ¿Acaso me avergonzaba? ¿Acaso no llevaba tiempo con
Liam para darme cuenta de que tenía novio? Ninguna de esas dos preguntas eran
la razón por la que había negado semejante información. Quizá el saber que
después de esa pregunta irían millones de preguntas más personales me agobió y
contesté sin pensar. Seguro sería eso. Tenía que aclararle que tenía novio. No
quería que me tomase como una mentirosa. Abrí la puerta
y fui hacía el salón.
-Harry, la verdad… -Me quedé a mitad de la frase. Alguien acompañaba a Harry.
-Dime. –Dijo él.
-No… nada…
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