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Capítulo 33.


Rimel, colorete, gloss. Hora de abrir la puerta e ir como todos los Lunes al trabajo. Esa falda entallada me estaba matando, no me gustaba nada el tener que ir tan arreglada.

Cogí la fina chaqueta que llevaba y me dirigí a la cocina donde estaba Liam preparándome el desayuno.

-Oh, cariño. ¿Cómo no me has avisado antes? Ya me he echado el gloss. – Dije mientras aparcaba en una banqueta de la cocina mi chaqueta y mi bolso.
-Vamos, no seas delicada y desayuna. – Liam dejó la tostada sobre el plato y rodeó la barra para venir hacia mí. – Estás preciosa.
-Gracias, pero no es así. Esta falda me mata. – Dije mientras que daba mordiscos ansiosos a esa buenísima tostada que me había preparado mi futuro marido.
-Me voy a preparar para irme yo también a trabajar. Al final llegaré tarde, pero quería prepararte el desayuno. – Liam me retiró el pelo de la cara y me besó la mejilla.
-Que tengas un buen día. – Añadió.

Terminé de desayunar y miré el reloj. ¡Era tardísimo! Cogí corriendo el bolso y la chaqueta y abrí la puerta del apartamento gritando a Liam que me iba. Cris ya se habría ido a trabajar.

Me puse delante de las escaleras pero encontré algo: Un cartel que decía que estaba mojado, mierda. Charlie no tendría otra hora para fregarlas, era muy inoportuno. Me giré sin perder más tiempo y pulsé el botón del ascensor. Ese armatoste tardaría horas en subir. Miraba la pantalla que indicaba que ya estaba en el segundo. Al fin llegaba. Se estaba abriendo la puerta cuando…

-Buenos días. – Saludé a aquella persona que habitaba el ascensor.
-Buenos días. – Me contestó. No miré su rostro, pero eso solo pudo ser durante unos segundos. Al tono de su voz levanté la cara e intenté descifrar de qué me sonaba. ¡Era Harry! Las puertas del ascensor se cerraban y el ascensor empezaría a bajar. ¿Qué hacía él ahí? Decidí poner ese tacón tan incómodo que llevaba en los pies interrumpiendo que aquella puerta de metal se cerrase y de nuevo salí al rellano.
-Llego tarde al trabajo. – Dije saliendo del ascensor. – Pero no me puedo ir sin saber qué… - Mi cara se transformó cuando vi que Harry sacaba unas llaves de su bolsillo. –No… - Dije con una sonrisa pícara en la cara.
-Sí…- me siguió la corriente Harry. Me acerqué con el bolso en la mano derecha y señalando la puerta con la izquierda mientras una carcajada salía de mi boca.
-¿Vives aquí? – Pregunté.
-¿Qué crees? – Él consiguió abrir la puerta de ese apartamento. – Te diría que pasases, pero creo que debes de irte….
-¡Oh! – Dije apresuradamente y intentando no caerme mientras me acercaba al ascensor y pulsaba ese botón. - Luego hablamos, luego te llamo o… ¡A las seis, aquí! Tienes muchas cosas que explicarme… ¡Adiós! – Añadí.

Harry se metió con una sonrisa. Esa situación era demasiado rara para empezar el día. 

Esa mañana fue muy ajetreada, los ojos me dolían de tanto ordenador, había llegado mucha prensa que hablaba de política, deportes, actualidad… El panorama de un lunes por la mañana. Niall entraba por la puerta. Inmediatamente me retiré aquel folio de mí y presté atención a su entrada.

– Buenos días. – Me dijo. Le devolví una sonrisa. – Hoy tienes mucho trabajo, pero me temo que vengo a darte una buena noticia. –  Me dijo mientras se sentaba en una de las sillas que había en mi despacho. Yo le sonreí avergonzada. - Desde que te encargas de la estructura del periódico muchísima gente más lo compra. Parece que sabes la técnica exacta para que la gente se fije en él. Creo que el hablar con mi padre para contratarte fue una de las mejores cosas, él está orgulloso de todo lo que estás haciendo. Enhorabuena, 
_____. – Se levantó y fue hacia la puerta de cristal. –¡Ah! – Levantó el dedo índice como signo de recuerdo. - Bonito vestido el que llevabas en la boda.

Yo le sonreí y se lo agradecí, acto seguido, impulsó la puerta y salió de la sala. Después de que él hiciese eso, suspiré de alivio. De nuevo mi mirada fue hacia aquel apartado de medio folio el cual yo tendría que resumir y encajar en una de las páginas de aquel periódico.

~

Llegué a mi apartamento dejando el bolso detrás de la puerta. Un día agotador, eso había sido aquel lunes. Me estaba quitando los zapatos cuando algo encima de mi escritorio empezó a vibrar. ¡La alarma del móvil que me avisaba que hoy tenía la cita en la tienda de vestidos de novia! Me lo tendrían que ajustar. Pero, ya había quedado con Harry.

Salí al rellano a las seis menos cinco esperándole. Después de cinco minutos, su puerta parecía abrirse. Un cuerpo totalmente masculino atravesaba esa puerta. Llevaba una chaqueta vaquera con unos pantalones ajustados y unas converse. Un gorrito de lana decoraba su cabeza. 

-Hola. – Le sonreí.
-Buenas tardes. – Contestó él a mi saludo.
-Verás Harry… se me había olvidado que hoy tengo la cita en la tienda de vestidos para que me ajustasen el vestido y… -Harry me miraba con atención.
-Perfecto. – Me interrumpió. – ¡Vamos! – Él cogió mi brazo y tiraba de él hacia las escaleras.
-Espera, espera. ¿Estás loco? ¿Cómo vas a venir conmigo? No…
-¡Vamos!
Insistió y… como siempre yo cedí. Terminé aceptando que él me acompañase a la prueba del vestido.
-¿Sabes dónde es? – Preguntó Harry.
-Claro que lo sé. – Le contesté.
-Ah, pensaba que aún no conocías Londres lo suficiente.
-Llevo aquí un tiempo, creo que lo debo de conocer algo.

Él me sonrió mientras manteníamos esa conversación. Caminábamos por esa calle donde el sol parecía empezar a calentar.

-¿Cómo que vives ahora ahí? – Le pregunté.
-Ese piso tenía el cartel de ‘Se alquila’ desde hace mucho tiempo. – Me contestó. – Era una buena oportunidad. Además, después de todo no os iba a echar a ti y a Cris del apartamento. - Sonreímos y nos quedamos en silencio. 
-Y bueno – Intenté sacar de nuevo conversación. - ¿Qué tal tu carrera musical?
-Un desastre. –Contestó. – Después de ese concierto la gente no compró ni una entrada más. Abandoné.
-Nunca debes de abandonar los sueños. –Le contesté mientras le lanzaba una sonrisa.
-¿Y tú? ¿Cumpliste alguno de los tuyos desde que yo me fui? – Le miré a los ojos y él me miró confundido.
-Uno. – Decidí a contestar.
-¿Cuál?
-Espera. – Le cogí del brazo y le retiré un poco de toda aquella gente que paseaba. Él se dejó guiar confundido. Miré a su cara de asombro y sonreí, después levanté mi camiseta. –Este. – Le indiqué señalando el tatuaje que meses antes me había hecho.
-Lo hiciste…
-¿Lo dudabas?

Empecé de nuevo a caminar mientras Harry se mantenía boquiabierto en aquella posición donde estábamos. Comenzó a correr hasta llegar a mi lado. Allí estaba la tienda. Abrí la puerta y entramos a una especie de recepción. Una mujer nos ofreció sentarnos en una especie de sala, la diseñadora estaba ocupada. Nos sentamos en unas banquetas que estaban juntas donde el silencio reinaba.

-¿Y qué significa? – Interrumpió aquel silencio Harry.
-¿El qué? – Dije desconcertada.
-El tatuaje. – Me dijo señalando a mi cintura.
-Algo especial.
-¿El qué? – Insistió.

Una señora abrió la puerta de aquella sala. Parecía ser la diseñadora. Nos levantamos los dos y nos acercamos a ella cuando ésta me nombró.

-Pase. – Me ordenó.
-Claro. – Acepté.
-No, usted no puede. – Dijo aquella mujer dirigiéndose a Harry.
-¿Por qué? – Le contestó él.
-Los novios no pueden ver el vestido. – Respondió aquella señora.
-No, verá él… - Intenté decir yo.
-Nosotros somos una pareja innovadora. – Me interrumpió Harry. Le miré con cara totalmente de sorpresa mientras aquella señora se quitaba para dejarle paso.
-Acompáñenme. – Añadió
-¿Estás loco? – Susurré cuando la diseñadora estaba ya a algunos metros de nosotros.
-Vamos cariño, súbete ahí. – Dijo Harry siguiéndole la corriente a la diseñadora que se situaba delante de un taburete.

Harry se apoyaba en la pared. Miraba aquella fantástica figura a través de aquel espejo que estaba en esa sala. La mujer miraba el vestido que aún permanecía colocado en aquella bolsa donde se mantenía perfectamente estirado.

-Pruébeselo. – Dijo.
-¿Qué? – Exclamé.
-Ten. – Insistió la señora. Yo miré hacia atrás preocupada por Harry.
-Tranquila cariño, yo no te miro. – Dijo Harry captando la indirecta.
-¿Entonces para que entra usted? – Le preguntó la señora.
-Innovación, señora. – Contestó él.

Rápidamente me quité la ropa y me metí dentro de aquel vestido que esa señora me había diseñado. Me quedaba casi perfecto, solo tuvo que hacer unos pequeños retoques.

-Bien señorita, terminé. – Me dijo la señora mientras se bajaba las gafas y se las dejaba caer por su pecho. Me giré y confirmé que era así como lo quería. – Bien, pues váyaselo quitando mientras yo voy a por el presupuesto del vestido.
-Vale. - Acepté.

Empecé a pelear con ese vestido para intentar desabrochármelo, pero me era imposible.

-Harry, ven aquí y ayúdame. – Le exigí.
-¿Qué quieres? Sí, estás preciosa. – Dijo.
-No, no quiero tu opinión. Ayúdame a bajarme la cremallera.

Harry se dio un pequeño impulso con la pared y se acercó a mí. Fue poner aquel tacto contra mi piel y mi estómago comenzaba a dar vueltas. Me empezó a retirar el pelo para encontrarme aquella cremallera que debía bajar. Sentía su respiración en mi espalda y mi piel se comenzaba a erizar. 

-Harry, tienes las manos heladas. – Le dije.
-Lo siento. – Se disculpó.

Miraba a través del espejo como él miraba mi espalda y tiraba de aquella cremallera hacia abajo. Me giré de reojo para verle más cerca. Sus ojos seguían concentrados bajando aquella cremallera mientras yo no podía quitarle de mi vista. Subió su mirada hasta dar con la mía. Nos mirábamos y de nuevo las ganas aparecían. Las ganas que siempre permanecían. Las ganas de besarnos. Estábamos de nuevo tan cerca que en cualquier momento podría lanzarme a besarle, pero no. No debía.

-Ya está. – Me dijo interrumpiendo aquella situación.

Me bajé de aquel taburete y él se puso a mirar contra la pared. Le exigía que no me mirase mientras me cambiaba. 

-¿Y Liam? – Preguntó él mientras estaba de espaldas. 
-Trabajando. – Contesté. Él se quedó en silencio. -¿Por qué? -Curioseé.
-Nada. - Él continuaba mirando aquella pared. - ¿Y Jane? - Añadí.
-Igual. – Contestó. Los dos nos volvimos a quedar en silencio. -¿Le quieres? – Me preguntó de nuevo.

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